23.11.05

RAAF RAAF



Los cuervos de Mahaila Avenue puntualmente a las siete graznan. Se escucha un
"Raaf...raaf...raaf..." emplumadísimo. Las lustrosas negras alas de los cuervos
de Mahaila Avenue son el charol de mis zapatos a los siete años. Dicen los suecos que
Hugin (mente: el que piensa) y Munin (memoria: el que recuerda) son los cuervos
de Oden. Dicen que recuerdan todo y que siempre dicen a Oden todo lo que han visto.
Me gustan los cuervos tanto como las películas de los Monty Python.

Después de las siete los cuervos se me olvidaron. Hasta que durante el trayecto por la
carretera escénica hacia Ensenada ví un poste de línea eléctrica. Había dos. En lo alto del
mismo poste. Y había también un letrero en papel amarillo que anunciaba, puntualmente:
Siruelas de Cinaloa.

Me gusta el nombre de Oden.

20.11.05

MMMMMMMMHHHHH...




I want a cup of tea.




In this moment, now, the explosion.

18.11.05

ABUELO BÚHO



Un año. Sigamos platicando.
DÁNDOLE VUELTAS Y VUELTAS A LA HOJA



Y entonces yo iba, caminaba con mi hoja. Con el índice y pulgar de mi mano derecha
sostenía mi hoja de maple que en realidad es una garra de tigre. Y la veía sin sospechar
si quiera que otros también la veían. Supe que mi garra de tigre es medicinal y que
también quita el hambre. Supe que las garras de tigre que parecen a la vista de todos
hojas de maple se pueden hacer polvo de garra y polvo de hoja muy rápido si no las
cuelgas sobre una pared. La pared en este caso parece que es blanca. Pero estoy segura
que tampoco es realmente una pared.

Caminé con mi polvo de garra y mi polvo de hoja. Entre el índice y el pulgar
que se desmoronan.


*

Me gusta que la gente haga regalos. Por alguna extraña razón a veces también me tocan.

No puedo dejar de escuchar Wonderwall en la versión de Ryan Adams desde la página de Ernesto.

Una y otra vez.

Al igual que la garra de tigre que se hace polvo y que la hoja y que la pared que parece blanca.

Wonderwall hoy es mi té de tila.


*

Wonderwall : garra de tigre : polvo de hoja : desmoronándome. Paredes.

16.11.05

PREGUNTAS Y PALABRAS A LA HOJA


- ¿Qué lleva ahí oiga?

- Una hoja.

- ¿De qué es?

- Maple.

- ¿Maple?

- Sí.

-¿Es medicinal?

- No.

- Ah.


*

- ¿De qué es esa hoja?

- De maple.

- ¿Maple?

- Sí.

- ¿Cura?

- No.

- Aaah, yo pensé que era un chicharrón...será porque tengo hambre.


*

- Está muy bella tu hoja.

- Sí.

- ¿Dónde la encontraste?

- La recogí de una banqueta. Por ahí había muchos árboles.


*

- ¡Aaaay, me encantan estas hojas!

- ¿Sí?

- Sí.

- Esta es mía.


*

- Está linda tu hoja, muy navideña.

- No. Es el otoño.

- Si la pones sobre una mesa...

- No. Estará en la pared.


*

Mi hoja de maple es en realidad una garra de tigre.

15.11.05

LOS CLAVADOS CLAVOS AZULES


Siempre fueron más de tres. Se reunían en la misma vieja casona de siempre.
Escuchaban tangos, sones, milongas. Bebían ron. Hablaban hasta que la noche se iba.

La escalera que llevaba del portón al primer piso tenía los escalones exactamente
a la medida de los que antaño se usaron en las minas. La medida era justa para un pie
de niño.

Era muy extraño ver a un diminuto perico australiano despertar cada vez que
alguien prendía la luz del baño. Lo guardaban ahí para protegerlo del frío. Nunca
se dieron cuenta del insomnio crónico que le provocaron. El periquillo abría sus
pequeños oscuros ojos delineados de levísimas plumas blancas. Y de soslayo
observaba el acto.

El espejo justo detrás de la barra nunca delató las miradas de los que ahí entraban
buscando específicamente a alguien. Eso era la clave.

Siempre preferí sentarme en una mesa que me permitiera ver de frente al espejo.
Nunca contesté el teléfono negro y alguna vez pensé que todos ahí éramos muy clavados.
Demasiado. Pero tampoco importaba. Todos éramos azules. Y yo muy clava.
Clavallero Prado. Amaranta.

10.11.05

SANTO Y SEÑA


¿En qué grado la lluvia se convierte en escurrimiento?

Miento.

¿En qué lluvia el escurrimiento agrada?

Nada.

¿En qué escurrimiento miento al grado de la lluvia?

7.11.05

IN LA KECH
Tu y yo somos el mismo, lo que te hago a ti me hago a mi.
La responsabilidad social y fraternal hacia todo ser vivo.
-Saludo maya-


Ciudad de Mexico, a 4 de noviembre de 2005

En algún momento nos cruzamos y guardé tu dirección. Me permito ahora distraerte
porque quiero invitarte a participar en este proyecto, se trata de un CONVOY DE AYUDA
INMEDIATA A COMUNIDADES MAYAS en Chiapas y Quintana Roo.

Los huracanes Stan y Wilma dejaron a su paso, además de una huella atroz, una llamada
de atención.

DAR ES RECIBIR.

Haz extensivo este esfuerzo, intégrate con tu gente. Lleva a los centros de acopio
productos básicos, ropa, artículos útiles de tu casa, dona $100 o $1,000 pesos.

Se trata de un proyecto altruista donde tu colaboración es imprescindible. El convoy
partirá el lunes 14 de noviembre y la entrega directa de despensas a los damnificados
la documentaremos a través de una memoria fotográfica. Ésta será tu garantía de
confianza y estará disponible en internet.

La ejecución será apoyada a su vez por los comisarios ejidales de cada comunidad.
Por favor... apóyanos.

Estamos buscando todos los canales posibles para su vasta realización, la dimensión
del esfuerzo tiene que ser considerablemente importante.
¿Te apuntas?

ACOPIO AGUA ARROZ LENTEJA FRIJOL AZÚCAR HARINA
CAFÉ LECHE EN POLVO COMIDAS ENLATADAS ROPA
PAÑALES? TOALLAS SANITARIAS PLATOS, VASOS
Y CUBIERTOS DESECHABLES ARTICULOS UTILES DE CASA

DONATIVOS BANCOMER CUENTA:
1125634350
Nombre: NAZARIA TALAMÁS DEKE.

CENTROS DE ACOPIO TANGO PRODUCCIONES
HUICHAPAN 6 ENTRE AMSTERDAM Y ALVARO OBREGON
COLONIA CONDESA T 52 11 80 63 52 86 95 06

MATIAS ROMERO 1003 ENTRE SANCHEZ AZCONA Y NICOLAS SAN JUAN
COLONIA DEL VALLE
T 55 59 75 81 55 59 04 73

PROYECTO GUACAMAYA BLANCA
(044 55) 21 72 86 30
CIUDAD DE MEXICO

3.11.05

DIRECTAMENTE DESDE EL BLOG DE EVE


lunes, octubre 31, 2005

Urgencia de nombrar amor

Compartiendo tu alegría, Cristina...


Tocar las palabras. Entrar en ellas. Hoyarlas.
Estar dentro de ellas.
CRG



Acabo de leer lo que considero una revelación, la novela de Cristina Rivera Garza,
Nadie me verá llorar, una de las hermosas y perturbadoras que se han escrito jamás
en México
. Estas palabras fueron pronunciadas por alguien que no suele ser
dispendioso en halagos: Carlos Fuentes. La aludida es una joven tamaulipeca que en
el 2000 obtuvo el Premio Nacional de Novela José Rubén Romero con la obra
mencionada. Al año siguiente se hace acreedora al sor Juana Inés de la Cruz con el
que se consolida como una de las más interesantes narradoras de las letras mexicanas.
Recientemente se le ha distinguido en Alemania con el Anna Seghers, concedido por el
mismo Fuentes, quien, como miembro del jurado, destacó su voz como una de las más
representativas de la nueva generación de narradores mexicanos y latinoamericanos.
A algunos autores, no cabe duda, los hace el marketing, a otros, quizás los menos, sus
lectores. Cristina Rivera Garza, luminosa, pelo corto alborotado, sonrisa pícara de niña,
pertenece sin duda a estos, y si bien en Fuentes tiene al más entusiasta de sus
admiradores, ha recibido también uno de esos raros premios otorgados no por
intelectuales sino por los lectores: el Impac-Conarte-ITESM.

Nacida en diciembre de 1964, en Matamoros, Tamaulipas, radica actualmente en
Metepec, Estado de México, junto con su hijo pequeño y un perrito, tras ejercer
durante varios años la docencia en la San Diego State University. Ha abordado
virtualmente todos los géneros literarios, aunque ha sido en el terreno de la narrativa
donde ha cosechado sus más perdurables frutos. En su faceta como cuentista,
otro género que cultiva con singular fortuna, ha obtenido el Premio Juan Vicente Melo
con su fascinante colección de cuentos titulado con un verso de Ted Hughes: Ningún reloj
cuenta eso (Tusquets, 2002).

A Nadie me verá llorar (TusQuets 1999, 2001 y 2003) casi todos los reseñistas le
colgaron la etiqueta de novela histórica. Discernir qué es una novela histórica nos
llevaría demasiado espacio, pero lo cierto es que, historiadora de profesión, Cristina
?cuya tesis doctoral versó sobre los manicomios del México de principios del
siglo XX, concretamente el de la legendaria La Castañeda?optó por ubicar a sus
personajes en este marco histórico y urdir una trama ficticia a partir de algunos
expedientes que logró rescatar. Narra entonces el conflicto de Joaquín Buitrago,
aristócrata venido a menos en pleno auge del desprecio por lo que queda del porfiriato;
fotógrafo adicto a la morfina cuya fijación estética es la locura. Entre los pacientes de
La Castañeda reconoce a Matilde, una bella prostituta a la que alguna vez retrató en
un burdel y que, tras huir del mismo con un amante, reencuentra sumida en las tinieblas
de la locura, Un hombre rara vez puede confesar que toma fotografías de mujeres para
volver al lugar de una sola mujer. Desde esta primera novela de tendencia gótica y
oscura, Cristina deslumbró a la crítica con su peculiar intuición narrativa a la que se
aúna una extraordinaria prosa poética que nos la rebela como la intensa autora de
La más mía, su primer libro de poemas publicado en 1998 por el Fondo Editorial Tierra
Adentro.

Su segunda novela, La cresta de Ilión (Tusquets, 2002) mantiene estos aciertos
estilísticos; ese afán de bregar en espesura de sombras y largos cabellos castaños,
y confirma que parece ser lo que parece ser su obsesión literaria: la locura y la muerte,
transfiguradas esta vez en la persona de Ámparo Dávila, la enigmática cuentista zacatecana
que interviene como personaje, efluvio de la trama misma. De nueva cuenta, Cristina
nos introduce a la tenebra existencial de personajes atormentados, en este caso, el médico
que le abre la puerta a Ámparo Dávila, ave de presagios en medio de una noche de
tormenta: A las mujeres les digo que esto pasa más frecuentemente de lo que imaginan:
miedo. Ustedes provocan miedo. A veces uno confunde esa caída, esa inmovilidad,
esa desarticulación con el deseo. Tanto en su primera como en su segunda novelas,
Cristina opta por un protagonista varón que, en el caso de La cresta de Ilión (que no es
sino la denominación médica del hueso de la cadera, sobresaliente en Ámparo) es asimismo
el narrador; hombres contemplativos, desesperados, adictos, inmersos en una rutina
autodestructiva, represores de sus propias pasiones y dueños de una sensibilidad casi
femenina. En La cresta..., el médico que le abre la puerta a Ámparo Dávila está encargado
de un pabellón para enfermos terminales, tan horrorosamente conmovedores como los
locos de Nadie me verá llorar. El hospital no era más que un panteón con las tumbas
abiertas, describe el innominado personaje que a fuerza de luchar contra su propia
naturaleza ha logrado doblegar la piedad. Poco detrás de Ámparo Dávila llega La
Traicionada ?el médico dice guardarse el nombre de su ex amante por elemental
caballerosidad? y de pronto se ve en el centro de una
conspiración de quien ha declarado ser Escritora, es decir, Ámparo, y aquella otra,
que bien pudiera ser fruto de la invención de esta. Las dos mujeres parecen conocer
el secreto del médico, su único terrible secreto que él ha pretendido diluir hasta para sí
mismo, perdido en la abyección de los enfermos que han extraviado no sólo la identidad
sino hasta el género y la huella. La desaparición es una condición contagiosa, dice
sobriamente el médico, y en esta frase pudiera estar la clave no sólo de la novela,
sino de las historias de Ámparo Davila, la Verdadera, la del enigmático hueso en la cadera.

Con la tercera, Lo anterior (Tusquets, 2004), Cristina confirma que, no obstante su gusto
por los escenarios góticos y las insondables oscuridades del alma, su verdadera obsesión
literaria es explicar, explicarse el sentimiento amoroso, acaso el más terrible, el más
enigmático. En esta, narración fragmentaria que más que novela es casi un poético grito
de dolor, involucra a una serie de personajes que podrían dividirse en extraviados y
lazarillos; en perseguidores y perseguidos, aunque dichos roles van rotando en drásticas
volteretas. El amor en Lo anterior es una especie de trampa en la que todos quieren pero
temen caer, y Cristina lo describe en forma tan hermosa como horrible: (...) Se imaginaba
con una navaja en mano abriendo surcos milimétricos en lugares no muy sensibles de su
cuerpo. Se imaginaba exprimiendo gotas de limón sobre la herida. Se imaginaba entonces
con una sonrisa angelical en el rostro, diciendo (...) Esto es lo que sientes por mí.
Esto es amor. Esto es real.
(p.p 46 y 47). Esta ha sido su novela menos comprendida por
los críticos debido a su complejidad que exige a un lector demasiado comprometido con
su propio amor: alguien lo suficientemente versado en el tema para comprender que se
puede llegar a sentir uno de un planeta extraño ante la amenaza de la inmensa soledad que
precede al espejismo de la pasión, alegorizada en el desierto donde la mujer se topa
con un hermoso desconocido que ha perdido la conciencia; la forzada compañía que se
hacen quienes se han quedado solos en un andén y se descubren complementarios en la
pena. Cristina, quien definitivamente no cree en la experimentación a ultranza, es decir,
sin un sentido propiamente estético y poético, dice a Jorge Luis Herrera: Escribir es
una sospecha de realidad que, en el mejor de los casos, desembocará en múltiples lecturas
y múltiples sospechas de los lectores. En ese sentido, el escritor está abriendo espacio
para crear más oscuridad...


Así pues, Cristina se nos rebela no sólo como una de las más
talentosas y originales narradoras mexicanas de principios del siglo XXI, sino como una
de las más sabias y valientes. Una joven que se ha nutrido del mismo alpiste de su
admirada Ámparo Dávila, del de Guadalupe Dueñas y otra dama oscura de nuestras
letras: Inés Arredondo.